Resolvamos nuestras dudas.

“Elías se paró frente a ellos y dijo: «¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el SEÑOR es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!». Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio”.1 Reyes 18:21. 

LECTURA DEL DÍA: 1 REYES 18.20-40. 
El problema del pueblo de Israel era que cada vez que el Señor los liberaba de algún enemigo se volvían a Él y le adoraban, pero al pasar un tiempo, dejaban de enfocarse en Dios y se iban en pos de los dioses falsos de sus vecinos. Creían que el Señor era Dios, pero no tenían la convicción que lo era. Una creencia puede cambiar en el tiempo (con nuevo conocimiento o una nueva experiencia) pero una convicción no, porque no sólo está anclada en la mente sino también en el corazón.

Una creencia puede ser pasajera, una convicción no. Una mente en peligro es aquella que no tiene convicciones firmes, sino que se deja llevar por el viento de la duda, que el enemigo usa muy bien a su favor.

Debo ser claro en esto, la duda no es pecado, pero si no se resuelve, puede convertirse en incredulidad, lo cual sí es pecado. La duda es parte del proceso de fe, es natural que en algún momento venga la duda a tu mente. Dudar no quiere decir que no tienes fe, sino que tu fe debe ser afirmada por una convicción, por ejemplo, quien ha conocido al Dios proveedor (o sanador, guardador, etc.) en medio del fragor de la prueba, difícilmente dudará de Él si enfrenta una situación similar.

Entonces la duda, es una oportunidad de fortalecer tu fe, cuando buscas al Señor y Él afirma tu corazón, el problema es dejar dudas sin resolver, cuando lo haces así, eventualmente tu fe dará paso a la incredulidad. Nunca dejes dudas sin resolver, porque poco a poco se volverán fuertes y el enemigo aprovechará para destruir tu fe.

“Cuando lleguen momento en los cuales dudes que Dios puede ayudarte, voltea a ver la creación porque fue preparada especialmente para ti”